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dijous, 15 d’agost del 2013

Santiago Roncagliolo (2009), Memorias de una Dama. Madrid: Alfaguara

La distancia irónica impregna la visión del narrador. Quizás por ello, los grandes temas aparecen desprovistos de solemnidad e impregnados de vida cotidiana.

El desarraigo:

"He sido una extranjera de mí misma" P. 232.

La dama real con sus hijos: Nelia Barletta
La lucha contra el olvido que mantiene toda literatura:

"Diana había sido un enorme fajo de billetes ambulante. Ahora, todo lo que quedaba de ella era un montón de palabras, quizá ya cuatrocientas páginas para que los gusanos no se comiesen su memoria. El libro tenía que publicarse (...)
Me importaba que existiese, que llegase a la República Dominicana y Cuba, que lo leyesen sus personajes y sus apellidos se ruborizasen al menos un poquito al ver lo que se habían hecho a sí mismos."

Hicieron más que ruborizarse: la novela fue censurada en Republica Dominicana y no distribuida en otros países.

El tema histórico-social:
Amadeo Barletta, en la novela Giorgio Minetti
" De repente, todo el cuadro empezó a cobrar sentido. Gómez había pulsado las teclas exactas para soltarle la lengua al americano (...) Mitchell se lanzó con una larga parrafada sobre las grandes familias de la era Trujillo y empezó a contar el papel de Giorgio Minetti durante la dictadura, un papel mucho más interesante, oscuro y ambiguo del que yo había imaginado hasta entonces. " P. 51-52.

Y la magnífica parodia del mundillo editorial en el que aparece un personaje con el nombre del autor, quizá para disimular lo que pueda haber de él mismo en el narrador:

"Txema (el editor) prometió leer el manuscrito y se fue con Roncagliolo a algún lugar al que no me invitaron. Yo deambulé por la ciudad (Barcelona) esperando el tren de la noche y bebiendo una copa en cada cervecería que encontré abierta. (...)
De regreso a Madrid, me senté a esperar una respuesta junto al teléfono en mi casa. Ya no tenía muebles. Usaba unas toallas como colchón.
Por las noches dilapidaba lo que quedaba del dinero de Javi emborrachándome con desconocidos sólo para contarles la historia de Diana.(...) Podía pasar toda la noche embriagándome con la historia, y inventado nuevas mentiras..." P. 249.
Ironía y reto en la mirada del escritor
O verdades... Quizás el Roncagliolo autor se emborrachó de esta historia que es trasunto de la vida de: Nelia Barletta, quizás se ha visto obligado a no reeditar la novela, quizás por ello no aparece esta obra entre sus creaciones en la web de editorial Alfaguara y quizás algo más que cotilleo literario.



Otra vez, las fronteras entre ficción y realidad se difuminan.

dimarts, 6 d’agost del 2013

Donna Leon, Muerte en la Fenice, Muerte en un país extraño, Vestido para la muerte. Barcelona: Booket

Venecia imprime carácter a esta serie de novelas de serie negra.

Ciertas analogías captan este carácter como una gota de ámbar atrapa un insecto.

"Dejó la cartera en el asiento de al lado, la abrió, metió la mano en el bolsillo interior y sacó una de las bolsas. Con cuidado, tocando sólo una punta, pellizcó la pestaña del cierre para abrir la bolsa y volviéndose de lado, para admirar la fachada del Museo de Historia Natural, sacó la mano por la borda y arrojó el polvo blanco a las aguas del canal. Guardó la bolsa vacía en la cartera y repitió la operación con la otra. En la edad de oro de la Serenísima, el dux celebraba anualmente una fastuosa ceremonia durante la cual arrojaba un anillo de oro al Gran Canal, para solemnizar el casamiento de la ciudad con las aguas que le daban vida, prosperidad y poder. Pero nunca, pensó Brunetti, en lugar alguno, se había ofrendado voluntariamente a las aguas una riqueza comparable." Vestido para morir:
P. 97. 
La preocupación ecológica del comisario se suspende en el momento de tirar la cocaína a la laguna y él, como remedo del dux, no es más que otro indicio de la decadencia de Venecia: en el matrimonio con la ciudad, ahora, las arras son droga.

"Brunetti (...) solía ir a Giudecca en julio, con motivo de la Fiesta del Redentor, que conmemora el fin de la peste de 1576. (...)
Mientras el barco 8 chapoteaba en las rizadas aguas, el comisario contemplaba desde la cubierta el lejano infierno industrial de Marghera, donde las chimeneas expulsaban gruesas nubes de humo que, lentamente, cruzarían la laguna para cebarse en el blanco mármol de Istria, y se preguntaba qué divina intercesión podría salvar a la ciudad de la capa de aceite, esta plaga moderna que cubría las aguas de la laguna y que ya había destruido millones de los cangrejos que se arrastraban por las pesadillas de su infancia. ¿Qué Redentor podría proteger la ciudad del velo de humo verdoso que, poco a poco, convertía el márbol en merengue? Hombre de fe limitada, Brunetti no veía salvación alguna, ni divina ni humana."  Muerte en la Fenice: P. 116-117


La amenaza que se cierne sobre la ciudad la embellece, así como la brevedad de la vida impulsa a disfrutar de sus goces.

"Al igual que otros muchos venecianos, Brunetti palpitaba con la ciudad. A menudo, inesperadamente, le llamaba la atención una ventana en la que hasta entonces no había reparado, o un arco relucía al sol, y él se sentía vibrar en respuesta a algo infinitamente más complejo que la belleza. (...) Cuando estaba fuera, echaba de menos la ciudad de un modo parecido a como echaba de menos a Paola, y sólo aquí se sentía completo y satisfecho." Vestido para morir: P. 46-47.



Pinturas de Ernest Descals

http://www.ernestdescals.com/