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diumenge, 14 d’abril del 2013

Lidia Falcón, Ejecución sumaria. Barcelona: El viejo Topo. 2013

Lidia Falcón en el acto de presentación de la novela en Barcelona

Novela de tesis: no podemos olvidar ni a los policías que torturaban en Via Laietana, ni a los que los encubrían. Debemos recordar quiénes eran los que se repartían el pastel urbanístico de Barcelona. Es necesario proclamar que no se insistió demasiado en pedir la amnistía por Puig Antich, porque no convenía al incipiente eurocomunismo.

Las metáforas se usan casi únicamente para retratar a ciertos personajes animalizándolos:

"A Evaristo le gustaba imaginar a la gente con aspecto animal, así a su madre la comparaba a una perdiz, con aquella papada y el vientre que aumentaban cada año, y en aquel momento veía al comisario como un bulldog, aunque pensó que le hacía poco favor a los bulldogs, porque a él le gustaban los perros, mucho más que las personas. Pero aquella cara gorda, de rasgos pronunciados, con el cuello redondo y los ojos saltones y enormes debajo de las cejas espesas parecía el retrato de... pensó un momento, y se imaginó un rinoceronte sin el cuerno. Pero bien hincaba el cuerno el Creix cuando tenía una víctima a su disposición. Le gustaba pegarles él mismo, y así participaba en la "rueda" cuando varios policías se ponían en corro alrededor del preso y le gritaban y le golpeaban a la vez." P. 190.

En el siguiente caso la identificación de un personaje con los cactus se explicita también con toda claridad:
 
"Pedro Durán Farrell estaba en mangas de camisa, pantalón de pana y alpargatas trabajando con una pequeña azada en unos tiestos que exhibían las diversas y torturadas siluetas de cactus de todas la formas. (...) Muchas tenían flores de grandes a pétalos de todos los colores, rojas, rosadas, blancas, malvas, con pequeños lunares, formando un conjunto hermoso y atractivo y a la vez inquietante, porque a nadie se le ocultaba que todas eran peligrosas. A Ramón se le ocurrió pensar si aquel jardín no sería una metáfora del propio dueño." P. 174-175.

Del jardín de Premià de Dalt, en el que hacía de jardinero el introductor del gas natural en España, a las noches de Bocaccio; de las reuniones clandestinas de células del PSUC, a las de empresarios y de vecinos afectados por las reformas, los escenarios del fin de la Dictadura se van sucediendo, mientras unas mujeres se afanan en intentar salvar a Puig Antich.

La línea maestra de la novela es la lucha, que pronto se revela inútil, de la protagonista que la prosigue para intentar escapar de lo que se adivina como el inicio de una democracia burguesa desvirtuada que no satisface su afán utópico. Su nombre es Marcela por la pastora valiente y rebelde que aparece en El Quijote: todo un símbolo.

Se produjo una transición sin ruptura y hoy pocos se preguntan qué ha sido de muchos de los personajes que aparecen en esta novela: Lidia Falcón deja su testimonio.

 Marcela defiende su libertad en el entierro de Crisóstomo

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